sábado, 15 de marzo de 2008

“La reducción de desastres empieza en la escuela”

Por segundo año consecutivo, y con el lema: “La reducción de desastres empieza en la escuela”, ayer se conmemoró el Día Internacional para la Reducción de los Desastres, instaurada desde 1989 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Este día, determinado para que sea recordado todos los miércoles de la segunda semana de octubre, tiene como principal propósito, el promover una cultura global de reducción de desastres, incluyendo la prevención, mitigación y preparación de la población.
De acuerdo al informe preliminar de la Secretaría de la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres de las Naciones Unidas , el mismo que se encarga de velar por el cumplimiento de esta disposición, nuestra que desde el pasado año muchos países han iniciado una serie de medidas relacionadas a proteger y preparar a la población estudiantil ante las adversidades de la naturaleza. Del mismo modo, vienen mejorando las condiciones estructurales de los planteles educativos, para de esta forma, no sólo asegurar una buena preparación en conocimientos, sino el proteger la integridad física de los educandos.
Pero al margen de todas estas acciones que sería bueno emular, viremos nuestra atención a lo acontecido el 15 de agosto en el departamento de Ica, el terremoto no solo dejó sin viviendas a miles de familias, sino que ha privado del derecho a la educación a miles de niños de las localidades afectadas por la catástrofe. Y qué pasó, las estructuras de estos planteles no estuvieron diseñados para soportar un sismo de esa intensidad, o es que simplemente a nadie le importó tomar en cuenta las medidas de seguridad al momento de edificar los ambientes, que más que ser simples aulas, son lugares donde los niños y adolescentes reciben su enseñanza elemental.
Puno ni otros departamentos del país son una excepción a este problema. Cada año al inicio de las labores escolares o cuando los Comités de Defensa Civil haces las inspecciones de rigor, somos testigos de cómo sale a la luz la caótica situación de inseguridad de las instituciones educativas. El último reporte emitido por el entonces titular de la Dirección Regional de Educación, Rómulo Borda Ascencio, daba cuenta que un 60 por ciento (y quizá más) de centros de enseñanza eran simplemente una “bomba de tiempo” para los estudiantes.
Se imaginan si el terremoto de aquel luctuoso 15 de agosto, se hubiera registrado en horas de clase, tal vez los muertos no alcanzarían los 594, sino se contarían por miles, que claro eso nadie espera que suceda; sin embargo eso no escapa de poder ser una realidad.
Es necesario mencionar -a pesar de ser otro tema aún más delicado- sobre la inseguridad de los ambientes donde vienen funcionando las academias preuniversitarias, que también son un peligro latente. Como olvidar aquel 19 de abril del 2002, donde 12 jóvenes vidas perecieron al ser aplastadas por el macizo concreto de su improvisada y hacinada aula de la desaparecida academia Nueva “G”. Por más de dos semanas el tema fue tocado por los diferentes sectores involucrados, pero a la fecha no se sabe quiénes son los culpables; si el dueño, por tener un ambiente inadecuado para el funcionamiento de su academia, o si el sector educación por no controlar la legalidad de estos centros de preparación; o quizás el municipio por no supervisar las licencias de funcionamiento, o tal vez las oficinas de Defensa Civil por no inspeccionar las condiciones de seguridad de los establecimientos de enseñanza; o por último, los padres y los propios estudiantes al no exigir que se respete la integridad física de los que asistían a este lugar.
Está más que claro, “La reducción de desastres empieza en la escuela”. Sino comenzamos a impulsar o iniciar las acciones que les brinden mayor seguridad a los estudiantes, no solo en la buena calidad de la infraestructura, sino lo más importante, que se les imparta una verdadera Cultura de Prevención, partiendo de temas relacionados a su entorno, vale decir, la identificación de los peligros de su propio plantel educativo; luego que conozcan los principales fenómenos naturales que pueden generar desastres o calamidades en el ámbito del lugar donde viven, y posteriormente prepararlos para que los enfrenten adecuada y oportunamente.
Que no se malinterprete, la naturaleza no es maligna, por el contrario es beneficiosa, sólo imaginemos que haríamos sin las lluvias, las inundaciones, las heladas y hasta los sismos (dicen que gracias al terremoto de Ica, proyectarán una ciudad modelo).
Lo que falta es que desde niños se les enseñe a convivir con la naturaleza y no a odiarla, porque quién nos mandó a vivir en zonas inundables o a las faldas de un cerro que amenaza deslizarse, o tal vez dentro de las quebradas o valles, sin ni siquiera tomar en cuenta que son lugares donde cíclicamente se presentan huaycos.
Reflexionemos desde ahora y no sólo cada segundo martes del mes de octubre para ver cómo nos acechan los peligros naturales -también los provocados por el hombre-y que la única forma de prevenirlos o mitigar su impacto, preparándonos. No olvidemos que si los niños lo pueden hacer, todos lo podemos hacer... la reducción de desastres, sí empieza en la escuela.
(10/10/07)
Héctor Chambi Holguín

lunes, 10 de marzo de 2008

Puno a merced de un “lagomoto” que inundaría zona circunlacustre

Para nadie debe ser una sorpresa que la región Puno (a pesar de su ubicación geográfica) puede ser remecido por un movimiento telúrico que alcance la escala de terremoto, como lo ocurrido el pasado 15 de agosto en el departamento de Ica y la ciudad de Lima, que soportó un sismo de 7.9 grados en la escala de Richter, ocasionando muertes y severos daños.
Históricamente, el altiplano ha soportado innumerables sismos que han ido desde la escala 2.0 a la de 6.9 grados, como lo sucedido el 2 de junio del 2005 a las 05:01 horas en la zona sureste de la ciudad de Puno (distrito de Chucuito).
De acuerdo al historiador de apellido Salgado, el 9 de abril de 1928, en el distrito de Ayapata (Carabaya) se presentó un terremoto que bien lo describió como detonaciones subterráneas que provocó el desprendimiento abrupto de enormes bloques de hielo del nevado Allincapac. Narró también que se veían derrumbes del talud del río Esquilaya, formando una gran laguna artificial que más tarde rompió en un gran huayco. No se tiene datos de muertos o desaparecidos, pero sí algunos testimonios.
Últimos sismos
El mismo Instituto Geofísico del Perú (IGP) a través de la Dirección de Sismología da cuenta del varios sismos en la región Puno, siendo los últimos registrados el 27 de mayo del 2007 a las 05:17 que tuvo una magnitud de 4.3 grados y del 15 de agosto que fue percibido en las provincias de Melgar, Moho, Huancané y Lampa con una magnitud aproximada de 3.0 grados.
En una de sus última visitas a la ciudad de Puno, Hernando Tavera, director de sismología del IGP, aseguró con vehemencia que desde la costa central hasta el extremo sur del país, se presentaría un terremoto de gran intensidad que inclusive superaría el registrado el 23 de junio del 2001 en la costa de Arequipa (magnitud de 6.9 grados en la escala de Richter). Para Tavera lo único que quedaba era esperar a que sucediera y que la población se preparase para enfrentarlo adecuadamente, sin llegar a tener lamentables pérdidas de vidas humanas, pero ya ven, el terremoto de Ica no tuvo la respuesta que se esperaba. Más de 500 muertos y ciudades enteras devastadas por la furia de la naturaleza.
Sismo de gran magnitud
El mismo director de sismología, indicaba con sutileza, que Puno no estaba excluida de ser víctima de un movimiento telúrico de gran magnitud, al estar ubicada sobre una falla geológica, además de hallarse en la zona intermedia 2 y 3 de ocurrencias de sismos en todo el país o denominado Cinturón de Fuego del Pacífico, donde se presenta la mayor cantidad de sismos a nivel mundial.
Sobre dicha falla geológica, el coordinador de investigación de la Facultad de Ingeniería Geológica y Metalúrgica de la Universidad Nacional del Altiplano, Newton Machaca Cusilayme, ratificó que la región Puno está situado dentro del Sistema de Falla Ayaviri Copacabana (SFAC), el cual se encuentra por el momento inactiva, pero de reactivarse las consecuencias serían inenarrables.
“Como muestra de la presencia de dicha falla, se evidencia la megabrecha de Ayabacas, que son consideradas las más grandes del mundo. Esta falla atraviesa todo el departamento y parte del lago Titicaca, que de activarse provocaría un sismo de gran intensidad”, precisó.
Machaca Cusilayme, quien a su vez es el director de la estación sísmica de la UNA, indicó que era casi improbable que en Puno se registre un sismo producto de la tectónica, es decir por la subducción de las placas de Nazca con la de Sudamérica, debido que se encuentra a más de 200 kilómetros de distancia del rozamiento de las placas y que la fuerza liberada por el impacto no llegaría a la superficie con gran intensidad, cosa que no sucede en la costa del país al localizarse a menos de 70 kilómetros de la subducción de las placas.
“Con el último terremoto en Ica, que ha sido de gran magnitud, nos damos cuenta que en Puno no se tuvo consecuencia alguna, esto por la distancia del hipocentro y la misma cordillera de los andes, que actúa como una pared ante las ondas sísmicas”, apuntó el geólogo.
Reactivación de la falla SFAC ocasionaría un terremoto
Sin embargo señaló que la reactivación de la falla (SFAC) sería lo único que provocaría un sismo de severas consecuencias para la región, seguido de los vulcanismos, como lo que actualmente sucede en el distrito de Ollachea, provincia de Carabaya, el mismo que se encuentra asentada sobre un “domo tapón” geomorfológico, que es causante de los remezones de gran magnitud en la zona, que datan todavía desde 1928. No se descarta que el volcán pueda entrar en un proceso de activación, pero al momento no se evidencia reacción alguna.
“Las fallas se reactivan a causa de las corrientes convectivas, es decir por el ascenso y descenso permanente del magma en el interior de la tierra”, explicó el geólogo, quien a su vez aseguró que si la falla se da en un terreno rocoso no se generaría muchos daños en la superficie, mientras que de registrarse en una zona de arena o grava saturada colapsarían gran cantidad de infraestructuras ubicadas en todo el anillo circunlacustre del Titicaca.
Además traería consigo que las aguas del lago, se agiten formando una especie de “lagomoto” al punto de formar olas que superen los 2 metros de alto, dañando diversas infraestructuras y probables pérdidas de vidas humanas.
“Con la experiencia del terremoto de Lima e Ica la población debe tomar conciencia que es elemental que estemos preparados y comenzar a realizar acciones de prevención y así evitar daños o muertes” exhortó Machaca Cusilayme.
Una ciudad desordenada e insegura
Por el lado de la debilidad estructural que tienen los predios en la ciudad de Puno, el decano del Colegio de Ingenieros del Perú, consejo departamental, Nicolás Luza Flores señaló que de suceder un terremoto que supere los 7.0 grados, un promedio del 80 por ciento de las viviendas se vendrían abajo o simplemente quedarían con severos daños.
De acuerdo al censo del 2005, la región Puno cuenta con una población de más de un millón 300 mil habitantes, el que ha ido en aumento desde 1981 (910 mil 377 habitantes) en un promedio del 30 por ciento, de los cuales la gran mayoría de pobladores han edificado sus viviendas sin un criterio técnico profesional ni una adecuada distribución urbanística que se denota tanto en el centro de la ciudad como en el casco urbano.
“Muchas de las viviendas no tienen la respectiva licencia de construcción, o si la tienen simplemente no la respetan. Lo que nos falta es tener una cultura constructiva, de seguridad y economía” apuntó Luza Flores.
Sobrecarga en las estructuras
Otro problema que se avizora muy seguido, es que hay predios que tienen estructuras iniciales sólo para dos niveles, pero éstos con la intensión de ganar espacio vertical o aéreo se elevan hasta el tercer o cuarto piso, sin tal vez medir los riesgos a los que se exponen frente a un sismo.
No debe causar asombro ver que en varias viviendas, se estile tener como comodidad, el hacinamiento, al extremo de vulnerar los diferentes reglamentos que nos orientan sobre la estructura de nuestros domicilios. Inclusive se tiene casos que en edificaciones hechas para domicilios, funcionen como planteles educativos, siendo inseguros para los estudiantes (pasadizos angostos, salones pequeños, poca iluminación, patios reducidos, insuficiente número de baños, entre las tantas deficiencias).
La vulnerabilidad social y educativa en la actualidad son uno de los riesgos más preocupantes por los que atraviesan los puneños, es decir la frágil organización en barrios, urbanizaciones y en los mismos comités de Defensa Civil regional, provinciales y distritales para reaccionar adecuada y oportunamente frente a un desastres o emergencia.
Otra de las debilidades es la poca preparación u orientación que se les imparte a los estudiantes sobre los riesgos que traen consigo los peligros naturales y la misma acción desmedida del hombre.
Tanto el decano del Colegio de Ingenieros como el geólogo de la UNA, coincidieron en que es básico que antes de edificarse una vivienda se debe tener en cuenta el respectivo estudio de suelos, para así saber qué material emplear en la edificación, además de contar con la licencia de construcción.
A esto se suma que hasta la fecha la municipalidad provincia de Puno no tiene el catastro urbano actualizado, lo que hace denotar que de suscitarse un terremoto o un desastres a causa de otros fenómenos naturales, no se sabría con exactitud el número de viviendas que serían destruidas o dañadas.
Al respecto el responsable del área de licencia de obras de la comuna puneña, Iván Casas Vino, señaló que un promedio del 20 por ciento de las viviendas han cumplido con solicitar la debida licencia de construcción y el porcentaje restante han levantado sus domicilios a sus criterios y sin la orientación profesional. “Éstas licencias son para exigir que los predios tengas las condiciones básicas para habitar”, aclaró.
Sin Comités de Defensa Civil
Aunque parezca desconcertante, un 80 por ciento de las municipalidades provinciales ( y también las distritales) hasta el momento no tienen un ambiente adecuado para el funcionamiento de sus oficinas de Defensa Civil, carecen del equipamiento básico del Centro de Operaciones de Emergencia (COE), no cuentan con un Plan de Preparativos ante Emergencias, las comisiones de sus comités de Defensa Civil, se reúnen esporádicamente o cada vez que se registran daños y sólo atinan a pedir ayuda humanitaria para los damnificados.
Casi en la totalidad de los municipios, los miembros integrantes del comité desconocen las normas vigentes del Sistema Nacional de Defensa Civil y las disposiciones que les exigen ejecutar una serie de tareas de prevención y preparación en el ámbito que les corresponde como autoridades ediles.
Es más, sus comités no han elaborado sus mapas de identificación de peligros, vulnerabilidades y riesgos, y lo más sorprende aún, es que muchos no saben utilizar las herramientas básicas de manejo de emergencias (fichas de EDAN, SUMA, SAT, ESFERA, SINPAD, entre otras) que los hacen mucho más débiles para prevenir o enfrentar adecuadamente las emergencias o desastres.
Como nuestra del daño que ocasionan los desastres en el país, podemos mencionar que sólo en nuestra región en los últimos 35 años, a causa de 12 sequías y 10 inundaciones, se ha generado una pérdida económica de 325 millones de dólares.
Más de mil 500 emergencias
Según las estadísticas que maneja el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), sólo en Puno del 2000 al primer trimestre del presente año, se presentaron 1,530 emergencias que dejaron 132 mil 862 personas damnificadas y más de 100 muertos, 6,482 viviendas destruidas y 21,371 afectadas, así como más de 60 mil hectáreas de cultivos perdidos y cerca de 10 mil afectadas.
No olvidemos que la única manera de mitigar los desastres ya sean causados por un terremoto u otro fenómeno natural, es reduciendo nuestra propia vulnerabilidad y comenzar a impulsar una verdadera gestión de riesgos de desastres y una oportuna Cultura de Prevención.


Héctor Chambi Holguín

viernes, 7 de marzo de 2008

Heladas, vientos e intenso sol, es causado por el cambio climático que azota la región Puno

Para nadie es una novedad que al avance de la presente temporada de invierno, se estén registrando considerables y hasta alarmantes cifras de mortalidad de niños y ancianos producto de la neumonía. Situación similar se percibe en el ámbito pecuario donde centenares de alpacas, llamas y corderos han sucumbido ante el incremente temporal que amenaza ser mas crudo en las siguientes semanas.
La mirada de muchas autoridades, Organismos No Gubernamentales (ONGs) y hasta del mismo presidente de la República, se han direccionado a aplacar el frío en los sectores más desvalidos, es decir familias que no cuentan con los recursos económicos para cubrir el gasto de abrigo, lo cual es una acción oportuna, pero desde todos los puntos de vista nada preventivo, ya que estas acciones debieron de hacerse meses atrás y no esperar que se tenga un porcentaje elevado de muertos para recién centrar su atención en la región Puno.
Pero el problema es todavía más grave, debido a los efectos del cambio climático (calentamiento y oscurecimiento global), en las zonas por encima de los 4 mil metros sobre el nivel del mar (y en algunos casos a menor altura) las comunidades, parcialidades, caseríos y otros, vienen enfrentando adicional a las heladas, la escasez de agua, los vientos fuertes acompañados de polvo y la intensa radiación solar.
Uno de los casos es la provincia de Carabaya, donde en estás últimas semanas se han registrado muertes de alpacas y corderos a causa de la falta de pastizales, agua y el incesante frío que ha provocado abortos en las alpacas preñadas y la neumonía en la crías de animales.
Según la alcaldesa del lugar, Nancy Rossel Ángles los distritos de Macusani, Ajoyani, Crucero y Corani ubicados en las zonas más altas de la provincia, actualmente sufren ante la falta pastizales y agua. “La alpaca es el producto bandera de nuestra provincia, y el único sustento de los campesinos, pero es lamentable decir que nuestros animales se vienen muriendo lentamente por la inanición” resaltó.
Indicó además que en marzo fue la época de parición y casi la totalidad de las crías no están fuertes como para soportar el clima frío, temiéndose que este año la producción alpaquera disminuya en gran escala, ocasionado pérdidas de recursos económicos para los humildes comuneros.
Ausencia del Estado
“Lo que es prevención se ha debido de hacerse en su momento, debo decir que hay una mala participación de las autoridades, sobre todo del sector educación, salud y agricultura” apuntó la acaldesa Rossel Ángles.
Del mismo recriminó la ausencia del Estado para tratar a fondo el delicado y preocupante tema que año tras año afecta a miles de familias no solo de la provincia de Carabaya sino de toda la región Puno, haciéndonos ver por el mundo entero que somos un país que no nos preparamos para enfrentar este tipo de emergencias.
Viento provoca ceguera en animales
Un caso palpable y del cual fuimos testigos es la comunidad de Queracucho, ubicada a 15 kilómetros de la ciudad de Macusani y a una altura de 4 mil 800 metros sobre el nivel del mar, donde la temperatura en la madrugada desciende hasta los 20 grados bajo cero, provocando que en los escasos riachuelos del lugar se formen gruesas pacas de hielo, perjudicando que los animales beban el agua y los moradores se abastezcan de éste.
Entre tanto Juana Onofre Monrroy, en quechua y en su accidentado castellano nos indicó que en los últimos días se han presentando ventarrones que han provocado que alguna de sus pocas alpacas queden afectadas en los ojos.
“El clima está aumentando, los ojos de mis alpacas están sangrando a causa del viento y el fuerte calor que esta haciendo. Mi vecino me dice que si no los curo dentro de 15 días, mis animales se quedarán ciegos y luego morirán por no comer. No sé que hacer, no tengo dinero para comprar los medicamentos”, enfatizó Juana Onofre con una voz de resignación ante lo que pueda suceder.
Sin agua ni pastizales
Para el presidente de la comunidad de Queracucho, José Lope estos cambios climáticos bruscos no se habían registrado años anteriores, ya que en la temporada de invierno el frío no alcanzaba valores tan bajos como los registrados ahora, ni se presentaban vientos fuertes, intensa radicación solar y la desaparición de bofedales y ojos de agua que se veían a decenas en las faldas de los cerros.
“Cada comunero está perdiendo un aproximado del 10 por ciento de todo su ganado, esto por la falta de agua, pastizales y también por el frío. Imagínense que todas las mañanas debemos de caminar con nuestros animales varios kilómetros para que puedan alimentarse y beber agua de los manantiales” enfatizó el presidente de la comunidad.
Aunque algunos sectores no quieran aceptar esta delicada realidad que se acrecentará con el transcurrir de los años mientras no se haga algo por disminuir o evitar la contaminación de nuestro medio ambiente, el cambio climático que actualmente es una preocupación del mundo entero seguirá afectándonos, por lo cual se debe hacer acciones de prevención y preparación en la población, y más aun promover campañas de sensibilización para evitar la contaminación de la región donde habitamos.
Entre tanto, Oxfam y Predes vienen estudiando la realización de un proyecto de prevención y preparación dirigido a la población de la provincia de Carabaya, a fin de evitar los daños que ocasionarían la alteración de los fenómenos naturales.

Héctor Chambi Holguín

El Estado invirtió más de S/ 34 millones sólo para atención de desastres en Puno

De acuerdo a las estadísticas del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), sólo en la región Puno del 2000 al primer trimestre del presente año, se presentaron mil 530 emergencias que dejaron 26 mil 572 familias damnificadas y más de 10 mil afectadas; además de un promedio de 100 muertos, 6 mil 482 viviendas destruidas y 21 mil 371 dañadas, así como un aproximado de 60 mil hectáreas de cultivos perdidos.
Conforme a los criterios de entrega de ayuda, cada familia damnificada recibe por intermedio de las direcciones regionales de Defensa Civil un estimado de 5 frazadas, 2 camas plegables, 2 colchones, 20 kilos de ropa usada, un balde, una cocina, gamelas, tazas, cucharas, calaminas y en ciertas ocasiones carpas y módulos prefabricados, que en dinero en efectivo asciende a los mil 200 soles.
Entre tanto una familia afectada recibe ayuda humanitaria que equivale a un aproximado de 270 soles. Sumados tanto los damnificados como los afectados en los últimos años en la región, a causa de una serie de fenómenos naturales y antrópicos, el Estado por intermedio del Indeci ha invertido en la atención de estas personas más de 34 millones 586 mil soles.
Según los especialistas en gestión de riesgos de desastres, el gobierno en vez de invertir tanto dinero en la atención de las personas afectadas, debe de darle mayor importancia a los temas de prevención (obras de mitigación) y a la par preparar a la población a través de simulacros y campañas de sensibilización, para que así puedan reaccionar adecuada y oportunamente frente a una emergencia o desastre como lo ocurrido en la región Ica el pasado 15 de agosto a causa de un terremoto.
Como nuestra del daño económico que ocasionan los desastres en el país, en la región Puno, en los últimos 35 años, a causa de 12 sequías y 10 inundaciones, se ha generado una pérdida de 325 millones de dólares, que bien pudieron ser utilizados para trabajos de prevención en los lugares más vulnerables.
Conforme a lo anunciado por el mandatario Alan García Pérez, el último martes en la ciudad de Pisco, la reconstrucción de los zonas destruidas por el terremoto (servicios básicos), le demandará un gastó al Estado de más de 220 millones de dólares, sin incluir la reparación económica a los deudos.
Sin duda el monto al que se refiere el presidente de la República, hasta el momento no ha superado lo registrado en los terremotos del 31 de mayo de 1970 (Ancash) y del 23 de junio del 2001(Arequipa, Moquegua y Tacna), donde se tuvo una pérdida económica, en cada uno de los desastres, de más de 500 millones de dólares que a la fecha no son recuperados en su totalidad.
A pesar que el altiplano todo el año está expuesto a una serie de peligros naturales, un 80 por ciento de las municipalidades no tienen un ambiente adecuado para el funcionamiento de sus oficinas de Defensa Civil.
Asimismo, carecen de Planes de Preparativos ante Emergencias, los miembros integrantes de los comités desconocen las normas vigentes del Sistema Nacional de Defensa Civil, es más, no cuentan con sus mapas de identificación de peligros, vulnerabilidades y riesgos. Muchos no saben utilizar las herramientas básicas de manejo de emergencias (fichas de Edan, Suma, Sat, Esfera, Sinpad, entre otras).
La única manera de mitigar los desastres ya sean causados por un terremoto u otro fenómeno natural, es reduciendo nuestras propias debilidades y comenzando a impulsar una verdadera gestión de riesgos de desastres.

Héctor Chambi Holguín

Quemas prescritas y no incendios descontrolados

Las inmensas bocanadas de humo con tonalidades que van desde el color plomizo a negro -que se asemejan al monóxido de carbono que expulsan los vehículos más destartalados- se han convertido en las últimas semanas como parte del paisaje marchito del cielo puneño, todo a causa de la quema indiscriminada de la totora.
Hace algunos días escuche a unos turistas como se lamentaban por la infausta escena que se negaban a creer que se dé en la llamada Reserva Nacional del Titicaca, donde se sabe que entre sus erguidos totorales se cobijan cientos de especies nativas como los ágiles Zambullidores (único a nivel mundial), las Chocas, los Tiquichos y los inquietos patos negros, y hasta una bandada de gallinazos que por una alteración en sus glándulas pituitarias, vinieron a parar en esta parte del altiplano desde hace más de tres años.
Los turistas se preguntaban -como lo hace un simple ciudadano de a pie- ¿Quién controla las quemas?, ¿Será complicado evitarlos?, ¿No habrá manera de sancionar ejemplarmente a estas personas que alteran el ecosistema?, ¿No se cuenta con un plan integral del manejo del fuego?...
De cuerdo a los informes tanto del Inrena como de la Reserva Nacional del Titicaca, al año se registran decenas de quemas no autorizadas en gran parte de los totorales, sin encontrar los responsables directos que los provocaron, debido al lento proceso judicial que se sigue para identificar al o los autores del atentando contra el medio ambiente.
Pero a parte de que estos incendios ensombrecen el paisaje puneño con sus grandes lenguas de humo, la Dirección Regional de Salud cada año reporta un incremento elevado de las infecciones respiratorias y diarreicas, tanto en niños como en adultos que viven próximos a los lugares de quema, quienes tienen que resignarse a sucumbir en la enfermedad, sin que nadie haga nada para frenar estos abusos que atentan no solo a su salud, sino contra su integridad física y sus bienes, porque de alcanzar el fuego a una comunidad próxima, las consecuencias serían más que obvias.
Es cierto que los mismos pobladores que se abastecen de la totora para alimentar a sus animales y realizar artesanías para mejorar su condición económica, muchas veces se ven obligados a renovar estas plantaciones naturales a través de las quemas, que claro puede ser justificada, pero desde todo punto de vista no las producidas sobre grandes hectáreas, que inclusive tardan varios días en terminar de apagarse.
En Puno y en otras partes del país donde se registran estos tipos de quemas, se debería impulsar la aplicación de las quemas prescritas o conocidas como el manejo integral del fuego, el mismo que evitaría los incendios en lugares no autorizados y a la vez controlaría que en las zonas permitidas de hacer quemas, se respeten ciertas exigencias de preservación del ambiente, que por cierto cada vez está en desmedro.
De acuerdo al Programa de Manejo de Fuego de la asociación internacional, Conservando la Naturaleza, las quemas prescritas son: “Aplicaciones controladas del fuego en la tierra, con el propósito de alcanzar una meta específica de conservación o manejo (...). Es el manejo del fuego ecológicamente correctos y socialmente aceptables en las zonas de conservación prioritarias”.
Otro de los temas en el que trabajan los organismos vinculados a las quemas prescritas, es la formulación de un Plan de Manejo de Quemas, a través del cual se dan una serie de lineamientos para realizar una quema adecuada, por sectores y periódicamente, sin ocasionar incendios simultáneos que generan una acelerada contaminación de nuestro hábitat.
En Puno, está en las manos del Indeci, gobierno regional, Inrena, Reserva Nacional del Titicaca y los bomberos, la formulación inmediata de un plan similar, donde se precise qué zonas son vulnerables a los incendios forestares, de pasturas o totorales, e inmediatamente controlarlos -en el caso que sean necesarias para el ecosistema en el lugar- y hacer operativos inopinados para la detección oportuna de posibles quemas en lugares no autorizados que alteren o dañen la flora y fauna, así como afecten los bienes y la salud de familias ubicadas cerca de los incendios. De hallarse los culpables deberán ser sancionados con todo el rigor de la Ley Forestal.
Así que todos estamos advertidos, porque es tan culpable aquel, que sabiendo que su función es controlar o evitar los incendios y no lo hace, como aquel que genera las quemas descontroladas.No esperemos que los incendios vuelvan hacer titulares de los diarios, como lo ocurrido en setiembre del 2003 en la provincia de Melgar-Ayaviri, donde dos niños (hermanos) que pastaban el ganado de uno de sus vecinos, murieron calcinados al ser alcanzados y cercados por un incendio de pastizales, que al parecer hasta la fecha se desconoce quién lo inició.

Héctor Chambi Holguín

Nuestra magra Cultura de Prevención

Aunque parezca alarmante y de acuerdo a los sondeos internacionales, desde hace tres décadas los daños a causa de los desastres producto de los fenómenos naturales y de la misma acción del hombre, se han incrementando en cerca de un 300 por ciento, provocando la muerte de miles de personas, la destrucción y el colapso de ingentes infraestructuras sociales (puentes, aulas, mercados, represas, entre otros) más todavía los efectos pos emergencia que han dejado considerables daños sicológicos (muchos son irreversibles) en las familias damnificadas, con mayor incidencia en niños y madres, quienes vieron como en cuestión de segundos perdieron a sus seres queridos y todo aquello que los rodeaba.
Desde el incremento abrupto de estos daños, no por los desastres naturales (que faliblemente se viene enarbolando desde todos los niveles sociales), sino por los fenómenos naturales que por la acción desmedida del hombre son propensos a causar emergencias o desastres, los distintos Estados han comenzado a trabajar en los temas de gestión de desastres apuntando dentro de ello a forjar una Cultura de Prevención en la población, con atención especial al sector educación.
Podemos precisar que en Sudamérica, la mayoría de los gobiernos han comenzado a darle mayor importancia a este tema, designándole presupuesto. En el Perú sucede lo mismo, el Estado anualmente orienta buena cantidad de millones de soles, para los distintos trabajos de prevención y preparación de la población frente a los posibles daños que puedan ocasionar los fenómenos naturales o antrópicos, los cuales hasta el momento no tienen el efecto esperado, ya que la población continúa siendo presa fácil de las emergencias o desastres, que nos exhiben ante el mundo como un país que no aprende de sus desgracias del pasado.
Me parece que la política que está empleando el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), como organismo central, rector y conductor del Sistema Nacional de Defensa Civil (Sinadeci), no es la más acertada, debido a que una Cultura de Prevención no sólo se forja por intermedio de una serie de medidas teóricas e impresas, a este último me refiero al abanico de folletería que en diferentes meses del año son entregados a sus distintas Direcciones Regionales de Defensa Civil y ocasionalmente a los Comités de Defensa Civil tanto regional, provinciales y distritales.
Pero y qué de las Instituciones Educativas, donde sí se debería dar mayor empuje o inicio de la verdadera Cultura de Prevención, sabemos que por intermedio de la Directiva Nº 052-2004-ME, que entró en vigencia el 2005, se aprobó las “Acciones de Prevención y Atención de Desastres en el sector Educación”, donde se precisa la incorporación el Plan de Protección, Seguridad y Evacuación en el Proyecto de Educación Institucional; en el mismo se incluye la propuesta curricular “Aprendiendo a Prevenir”, formulado por el mismo Indeci.
Un porcentaje elevado de los planteles educativos puso en marcha la citada Directiva, sin conseguir el éxito esperado, debido a que los maestros no tuvieron una esmerada capacitación, sumándose a esto la falta de especialistas en temas de Defensa Civil (profesionales diestros en gestión de desastres y no en atención de desastres) y el material didáctico adecuado para enseñar a los alumnos.
Como prueba del esmirriado desinterés de hacer a través de la educación escolar una sociedad más segura y conciente de su vulnerabilidad y del peligro al que están expuestos, casi el 80 por ciento de las Instituciones Educativas de la región Puno, no tendrían sus Comisiones Permanentes de Defensa Civil ni su Plan de Protección, Seguridad y Evacuación, aspectos fundamentales que salvarán las vidas de los escolares cuando se encuentren ante un peligro latente.
Recientemente (en febrero), el Ministerio de Educación por intermedio de la Dirección Nacional de Educación Comunitaria y Ambiental, aprobó la Directiva 015-2007-ME, sobre “Acciones de Gestión del Riesgo de Desastres en el Sistema Educativo”, que tiene como objetivo principal el orientar el desarrollo de las actividades de Gestión del Riesgo de Desastres en las Instituciones Educativas de acuerdo al Diseño Curricular Nacional y a las normas vigentes. Esta disposición que todavía no es aplicada, deberá tener un norte definido y el apoyo correspondiente no solo del Indeci sino de los Comités de Defensa Civil de todos lo niveles, o de lo contrario será una de las tantas disposiciones que quedarán en el traspatio del olvido o de la inaplicabilidad.
Por último todas las acciones por buscar nuestra Cultura de Prevención, no solo deben ir dirigidas a los niveles primarios y secundarios, sino a los niveles superiores, es decir institutos y universidades, porque los desastres no hacen distingos de edades ni condiciones educativas.

Héctor Chambi Holguín

Los sismos sí avisan

Aunque sea demasiado tarde para recordarlo, pero Hernando Tavera, director de sismología del Instituto Geofísico del Perú, en una de sus últimas visitas a la ciudad de Puno -11 de junio de 2007-, con cierto sarcasmo por la incredulidad de muchos que lo escuchaban, afirmaba que desde la costa central hasta el extremo sur del país, se esperaba la presencia de un movimiento telúrico de gran intensidad que incluso superaría el registrado el 23 de junio del 2001 en el departamento de Arequipa y Moquegua (magnitud de 6.9 grados en la escala de Richter), el cual era cuestión de tiempo para comprobarlo, y que las autoridades competentes debían de hacer algo por mitigar los efectos destructivos que ocasionaría en la población más vulnerable; sin embargo, después de lo sucedido el pasado 15 de agosto en los departamentos de Lima e Ica, nos damos cuenta que no estamos preparados para soportar un desastre de esa dimensión, a pesar que lo advirtieron.
Sin ánimos de alarmar, el mismo Tavera, con cierta discreción, indicó que Puno no estaba exenta de ser testigo presencial de un movimiento telúrico de gran magnitud, debido que está ubicado entre las zonas 2 y 3 de ocurrencias de sismos en todo el país. Además se halla situada dentro de una falla geológica denominada: Sistema de Falla Ayaviri Copacabana (SFAC) conforme lo asegura el director de la Estación Sísmica de la Universidad Nacional del Altiplano, Newton Machaca Cusilayme.
Tales situaciones nos ponen en riesgo aún más grave, ya que de suceder un sismo que sobrepase los 7.0 grados en la escala de Richter, Puno se vería afectado en cerca del 80 por ciento en su infraestructura. De acuerdo al censo del 2005, la región Puno cuenta con una población de más de un millón 300 mil habitantes, el que ha ido en aumento desde 1981 (910 mil 377 habitantes) en un promedio del 30 por ciento, de los cuales su gran mayoría de pobladores han edificado sus viviendas sin un criterio técnico profesional ni una adecuada distribución urbanística que se denota tanto en el centro de la ciudad como en el casco urbano.
Muchas de las viviendas no tienen la respectiva licencia de construcción, o si la tienen simplemente no la respetan, al punto que hay predios que presentan estructuras iniciales sólo para dos niveles, pero éstos con la intensión de ganar espacio vertical o aéreo se elevan hasta el tercer o cuarto piso, sin tal vez medir los riesgos a los que se exponen frente a un sismo.
Ya para nadie es novedad que en los predios se estile tener como comodidad, el hacinamiento, al extremo que se vulneren los diferentes reglamentos que se abocan a las restricciones que debemos de tener al momento de edificar nuestras viviendas. Inclusive se tiene casos que en edificaciones hechas para domicilios, funcionen como planteles educativos, los cuales no reúnen con las normas de seguridad en Defensa Civil (pasadizos angostos, salones pequeños, poca iluminación, patios reducidos, entre muchas de las carencias).
Considero que el riesgo aún mayor, es la vulnerabilidad social y educativa que en la actualidad tienen los puneños, es decir la débil organización en barrios, urbanizaciones y en los mismos comités de Defensa Civil regional, provinciales y distritales para reaccionar adecuada y oportunamente frente a un desastres o emergencia. Otra de las fragilidades es la poca preparación u orientación que se les imparte a los estudiantes sobre los peligros que traen consigo los fenómenos naturales.
No olvidemos que en nuestra región se han presentado varios sismos, los que quizás muchos de nosotros no los hemos percibido o tomado con la seriedad del caso. En 1947 el distrito de Ollachea, provincia de Carabaya soportó un sismo de gran magnitud que ocasionó cuantiosos daños sin pérdidas de vidas humanas; el 9 de abril de 1928, se registró un seísmo en el distrito de Ayapata (Carabaya) que fue narrado por el historiador de apellido Salgado, quien describió lo sucedido como detonaciones subterráneas que luego provocó el desprendimiento estrepitoso de enormes bloques de hielo del nevado Allincapac. También relató que se veía derrumbes de los taludes del río Esquilaya, formando una gran laguna artificial que más tarde se rompió. No se tiene datos de muertos o desaparecidos.
Posteriormente en 1997 en la ciudad de Puno se sintió un sismo de más de 5 grados en la escala de Richter, que causó alarma en la población y leves daños materiales. En 23 de junio del 2001 a consecuencia del terremoto en la costa de Arequipa, las localidades de Santa Lucía, Juliaca y la misma ciudad de Puno se sintió un sismo promedio de 3 grados. Ya el 9 y 18 de febrero del 2005 Ollachea soportaba dos sismos de regular intensidad (por ubicarse en un “domo tapón” geomorfológico); el 2 de junio de ese mismo año a las 05:01 horas a 25 Km sureste de Puno se sintió un sismo de 4.6 grados; el día 14 de ese mes, otro movimiento telúrico de intensidad 3.0 grados en la escala de Mercalli remeció el sur de la región a causa del terremoto de Chile.
Otro sismo de igual intensidad se percibió el 11 julio del 2005 a las 02:17 horas a 74 Km noreste del distrito de San Gabán (Carabaya) con grado de 3.0 en la escala de Richter y con una profundidad de 27 kilómetros.
En este año, el 27 de mayo a las 05:17 horas un remezón telúrico de 4.3 grados sacudió varias provincias de Puno; ahora el último registrado el 15 de agosto fue percibido en las provincias de Melgar, Moho, Huancané y Lampa con una magnitud aproximada de 3.0 grados. Luego de ser concientes que estamos expuestos a los sismos, únicamente nos queda decir que a los desastres no sobreviven los más fuertes sino los mejor preparados.

Héctor Chambi Holguín

Helada Vs. Friaje

“Puno vive un fuerte temporal de friaje”, “friaje afecta el sur del país”, “niños mueren a causa del friaje en Puno”, “declaran en emergencia varios departamentos del país por ola de friaje”… desde el inicio de la temporada de invierno (o días antes), titulares como estos se han venido dando en los diferentes medios de comunicación no solo del ámbito regional sino nacional, donde equivocadamente se viene confundiendo el termino friaje con el de heladas o quizás bajas temperaturas, que desde el uso de la terminología en la gestión de desastres, ésta se halla desencajada con la realidad que se vive en las zonas altoandinas.
Este yerro también viene siendo repetido hasta el hastío por el mismísimo jefe del Estado, Alan García Pérez, quien en sus múltiples anuncios de ayuda a los damnificados y/o afectados por el taladrante frío, pronuncia el termino de “friaje” en vez de heladas. Según los compendios que se abocan a tocar el tema, precisan que el friaje, es un fenómeno (como lo son las heladas) que se dan en las zonas tropicales y subtropicales (zonas húmedas y de calor) de nuestro país, donde las temperaturas mínimas de frío no llegan por debajo de los cero grados centígrados.
Otra característica es que son fenómenos dinámicos, es decir que se pueden presentar esporádicamente en diferentes temporadas del año, conocidas en la zona de selva como el frío de San Juan. Es preciso aclarar que este descenso de la temperatura, llega a valores positivos de hasta cinco grados centígrados o quizás menos, causando daños en los campos de cultivos y la salud de las personas, debido al cambio brusco de éstos, pero los daños son menores comparativamente con las heladas.
Entre tanto la helada, de cuerdo a la terminología básica que maneja el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) precisa que: “…se produce cuando la temperatura ambiental baja debajo de cero grados. Son generados por la invasión de masas de aire de origen Antártico y, ocasionalmente, por un exceso de enfriamiento del suelo durante cielos claros y secos… es un fenómeno que se presenta en la sierra peruana…”.
Adicional a esa definición podemos decir que las heladas se presentan en las zonas altoandinas ubicadas por encima de los 3 mil 500 metros sobre el nivel del mar (y hay casos en que se registran por debajo de esa altura), donde la temperatura llega a valores extremos tales como los que se dan en los distritos de Mazocruz, Capazo, Conduriri, Pizacoma y otros del lado sur de la región Puno, donde se estima que el frío y no “friaje” alcance hasta los 27 grados bajo cero, según los últimos reportes del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi). El fenómeno de las heladas son estáticas en su mayoría, pero ahora con la alteración climática que se presenta no solo en nuestro país sino en el mundo entero, se están prolongando más de lo debido, por lo general la estación de invierno se inicia a fines del mes de junio y finaliza al concluir el mes de agosto o las primeras semanas de setiembre, pero de acuerdo al Senamhi la temporada de bajas temperaturas se inició el mes de mayo y se estima que dure hasta el mes de octubre, a pesar que Puno, por su ubicación geográfica siempre presentará un invierno prolongando, debe preocuparnos que el extremo frío persista cronológicamente más de lo acostumbrado.
Después de lo precisado, todos, comenzando desde el presidente de la República y su séquito de asesores (incluyo al Indeci) a no confundir o relacionar la palabras frío con fríaje, utilizando este último para desinformar y confundir el término de heladas, porque empleando una terminología adecuada en Defensa Civil comenzaremos a forjar la tan anhelada Cultura de Prevención que el país necesita con suma urgencia.

Héctor Chambi Holguín

La inseguridad de la Navidad y Año Nuevo

Para nadie debe quedar en el baúl del olvido, lo acontecido el 29 de diciembre del 2001 en el conocido emporio de Mesa Redonda en la ciudad capital, donde más de 300 personas perecieron bajo el calcinante fuego de los productos pirotécnicos, todo por una negligencia que pudo ser evitada, si tanto Defensa Civil, la Policía Nacional y la municipalidad de Lima, hubieran puesto mano dura a este ilegal tipo de comercio (Ley Nº 27718, Ley que regula la fabricación, importación, depósito, transporte, comercialización y uso de productos pirotécnicos).
Sin caer en los extremos, algo similar podría pasar en los dos grandes centros comerciales de tanto de Puno como de Juliaca, me refiero a Bellavista y Túpac Amaru, donde en estos últimos días la venta soterrada de pirotécnicos que van desde el letal rascapié hasta los siniestros cohetes de Troya, que sumados a otros productos altamente inflamables (ropa, juguetes de plástico, bebidas alcohólicas y hasta balones de gas) desatarían un incendio de proporciones descomunales.
A este peligro latente se le puede añadir que los comerciantes han invadido los pasadizos con su mercadería, imposibilitando que en un supuesto incendio las personas puedan evacuar los ambientes; además que no sabrían por donde salir al no contarse con señalizaciones ni mucho menos extintores para poder controlar el fuego focalizado y así evitar que se propague.
Nuevamente la responsabilidad recae sobre las instituciones encargadas de exigir que los comerciantes respeten una serie de medidas de seguridad. Las oficinas de Defensa Civil que van desde el gobierno regional hasta las municipalidades distritales, así como el Ministerio Público y la Policía Nacional del Perú, debieron con meses de anticipación desarrollar operativos inopinados -y no sólo días antes de las fiestas navideñas y del fin de año- y de haberlo hecho exigir bajo sanción pecuniaria que se respete las observaciones realizadas en los plazos establecidos. Pero como se diría, qué podemos exigir en un país como el nuestro, donde las leyes, normas, reglamentos, disposiciones y otros más, están para burlárselas o simplemente transgredirlas o quizás arreglarlas con algún soborno.
Otro problema que cada año emerge por estos días, es la inseguridad de los locales de diversión nocturna (discotecas, video pub, night club, tragamonedas y otros que de manera improvisada son abiertos en estas fechas), que con toda certeza puedo afirmar que no reúnen con las condiciones de seguridad.
Si uno estos locales pudo obtener su certificado de seguridad en Defensa Civil, en la fiesta de fin de año infringen su propio plan de seguridad -si lo conocen todos lo que trabajan en local-, una de estas observaciones es que no respetan el aforo establecido en su plan, otro es que por llenar de gente, comienzan a invadir con mesas y sillas las rutas de evacuación.
Pero qué decir de los extintores, estoy seguro que ni el mismo dueño del establecimiento ni el más reacio de los mozos sabe cómo emplearlo. Otro de las situaciones comunes son las puertas de emergencia, que según los reglamentos de seguridad, deben permanecer operativas, es decir que de presentarse una emergencia la gente podrá usarla para evacuar; sin embargo permanecen sin la debida señalización que las haga visible y más todavía con candado y con una cadena.
Los propios dueños saben que la probabilidad de que ese mismo día vaya un inspector técnico a verificar si reúnen con las condiciones de seguridad o si levantaron las observaciones, es casi nula, por ello les interesa poco respetar la integridad física de sus clientes o visitantes ocasionales.
De los que han visto una necesidad asistir a los centros de comerciales para realizar una compra navideña, es recomendable que no lleven a sus menores hijos, y se percaten de las vías de escape. Asimismo, de suscitarse un incendio, mantener la calma y salir de manera organizada.
Ahora los que han decidido asistir a un local de diversión nocturna para festejar el año venidero, lo primero que deben hacer es exigir al mozo o propietario del establecimiento que exhiba la capacidad máxima de asistentes. Del mismo modo el plano de evacuación, así como las rutas de salida y la puerta de emergencia. Solo de nosotros depende que esta navidad y fin de año sean realmente de alegría y reflexión y no de pena y tragedia.

Héctor Chambi Holguín

El show de los simulacros

A raíz del terremoto del pasado 15 de agosto en la región de Ica, que dejó más de 500 muertos y decenas de miles de damnificados, tanto autoridades educativas como del gobierno regional de Puno, a pocos días de haber sucedido el lúgubre hecho, comenzaron a llenarse la boca con una serie de reclamos, entre ellos la poca preparación que tendrían los pobladores para enfrentar un desastre de esas dimensiones, sin ni siquiera reconocer que ellos son los culpables directos que se tenga una endeble o nula respuesta para reaccionar ante un evento natural de esas características o quizás las más simples que se presentan cada año en las 13 provincia de la región.
Empezaremos por el sector educación, tal vez ellos desconozcan, que por intermedio de la Directiva Nº 052-2004-ME, que recién entró en vigencia el 2005, se decretó las “Acciones de Prevención y Atención de Desastres en el sector Educación”. A inicios de este año el Ministerio de Educación a través de la Dirección Nacional de Educación Comunitaria y Ambiental, aprobó la Directiva 015-2007-ME, sobre “Acciones de Gestión del Riesgo de Desastres en el Sistema Educativo”, los cuales según se conoce, no han sido aplicados en su plenitud.
En las dos directivas (esta última reemplazó a la primera), señalan claramente en las disposiciones que a nivel de instituciones educativas se deberá: “Promover el desarrollo de capacidades, actitudes y valores en los estudiantes a través de las actividades curriculares y sus distintas organizaciones relacionadas con la gestión del riesgo de desastres”.
Adicional, determina que se tendrá que: “Planificar, organizar, monitorear y evaluar la realización de actividades de preparación para emergencias y promover la realización de los simulacros que se llevará a cabo de acuerdo a la realidad fenomenológica en atención a los factores de riesgo de las diversas zonas”, asimismo precisa que se deberá realizar como mínimo cuatro simulacros al año (31 de Mayo en conmemoración al “Día Nacional de la Reflexión sobre los Desastres”, 03 de julio, 14 de setiembre y el 10 de octubre, en recuerdo al “Día Internacional para la Reducción de los Desastres”) y en los tres turnos de enseñanza educativa.
Ahora sobre las funciones de los comités de Defensa Civil de todos lo niveles, bien claro señala el Art. 61 de la Ley 27867-Ley Orgánica de Gobiernos Regionales que: “El Sistema Regional de Defensa Civil (Siredeci) debe formular, aprobar, ejecutar, controlar y administrar las políticas en materia de Defensa Civil, en concordancia con la política general de gobierno y planes sectoriales…organizar y ejecutar acciones de prevención de desastres y brindar ayuda directa e inmediata a los damnificados y la rehabilitación de las poblaciones afectadas”, entre tanto la Ley 27972 – Ley Orgánica de Municipalidades señala casi lo mismo en el Art. 85 sobre Seguridad Ciudadana.
Para hacer referencia al titular de ésta columna, me atrevo a decir que casi todos los simulacros (por no decir todos) han sido un auténtico remedo a un show circense, donde se ha buscado el protagonismo de unos cuantos o quizás de todos, para “aparentar” que están preparados para enfrentar una emergencia o desastre.
Se cree que teatralizando a los alumnos como heridos, atrapados o muertos, se está haciendo un buen simulacro, o que se tenga al azar un reportes de los daños en las infraestructuras y la exorbitante pérdida de vidas humanas que cobró un supuesto desastre, o quizás recriminarse a las espaldas quien demoró más en armar las carpas o que si los bomberos no hicieron esto o que si salud no trajo lo otro o que…
El sentido de un simulacro, es y debe ser la medición de cómo han sido aplicados los planes de protección, seguridad y evacuación de cada uno de los planteles educativos. Del mismo modo evaluar si las zonas de seguridad interna y externa estuvieron correctamente señalizadas, y si las comisiones permanentes cumplieron con sus funciones.
Con relación a los comités de Defensa Civil, se debe evaluar si las comisiones permanentes están o no activadas, y si desarrollaron sus funciones. También saber si contaban con el respectivo plan de ejecución del simulacro y si luego del mismo se evaluó a cada plantel educativo para saber cuáles fueron sus debilidades y así superarlas para una próxima actividad de prevención.
Del mismo modo, preguntarles si los comités evaluaron previamente las zonas donde se debía instalar el Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER), porque de continuarse instalando en la plaza de Armas de la ciudad, y de suscitarse un verdadero desastres, en vez que se salven vidas, simplemente se registrarían más muertes, ya que todo el perímetro está en riesgo medio o alto, debido a la antigüedad de sus estructuras (salvo la comuna provincial).
Después de lo ocurrido en la región Ica y en la ciudad de Lima, tenemos que tomar en serio los simulacros, no sólo el escolar sino el poblacional, para así reaccionar de la mejor manera frente a una emergencia, y dejar ya de confundir un simulacro con un show circense.

Héctor Chambi Holguín

Gallinazos en Puno por cambio climático

Quien creyera que el boceado cambio climático que vive el mundo entero, desde hace más de cuatro años ya se evidencia en nuestra región, esto porque en los distritos de Taraco (Huancané) y Huata (Puno), 13 gallinazos de plúmbeo pelaje han visto mejor hogar en el altiplano que en los cálidos parajes de la costa y selva, zonas de su hábitat natural.
La explicación del por qué han venido a parar en los referidos lugares, se debe a la alteración en sus rutas migratorias, es decir sus glándulas pituitarias les habrían jugado una mala pasada, ya que de acuerdo a su percepción natural habrían creído que encontrarían climas cálidos, y no adversos como los que actualmente vivimos.
De acuerdo a la Reserva Nacional del Titicaca, las aves de carroña lograron cruzar los andes por las zonas de menor altura hasta posesionarse en su nuevo hogar. Sin duda es una nuestra palpable como el cambio climático, ocasionado por la contaminación desmesurada de nuestro medio ambiente, calienta nuestro planeta al punto de alterar los climas, trayendo como consecuencia que las aves sufran permanentes confusiones para ubicarse en un determinado ambiente.
Pero no solo los zopilotes podrían ser un problema con el transcurrir de los años, sino también los conejos silvestres (especie de los lupes europeus) que desde hace más de 4 años han comenzado a hacer de las suyas en los campos de cultivos, arrasando con grandes hectáreas de sembríos como la avena forrajera, papa, quinua, cebada y otros que afectan al campesino y a sus animales.
Estos roedores que solían estar en los lugares por debajo de los 3 mil metros sobre el nivel del mar, han comenzado a poblar las zonas altoandinas de Perú, Bolivia y Chile, ocasionando una preocupación detonante para los agricultores, quienes siempre se vieron amenazados por plagas de insectos o aves rapaces, pero nunca por conejos silvestres de esta especie.
La respuesta es nuevamente similar al de los gallinazos, conforme se acreciente el calentamiento global como se percibe en nuestra región, días más calientes y noches y madrugadas más frías, se continuarán multiplicando este tipo de animales. Quien sabe que en algunos años en Puno se presenten mosquitos de la selva u otra clase de roedores o aves que alterarán el ciclo natural, desencadenando una serie de epidemias y enfermedades jamás nunca vistas.
Hace algunos días leí un artículo que daba cuenta de una investigación que revelaba la disminución progresiva y en lugares acelerada de la biomasa de peces a causa de la escasa productividad del mar, es decir el fitoplancton va en disminución y por ende los peces más pequeños no tienen que comer, y simplemente están penados a desaparecer.
De continuarse contaminando el lago Titicaca con la serie de porquería que diariamente van a parar a sus aguas “milenarias”, en un promedio de 30 años a lo más, este lugar maravilloso que da cobijo a cientos de aves y peces, como a decenas de islas flotantes, podrían desaparecer, porque sus aguas pasarán a ser ponzoñosas con la determinación de distróficas.
El lago actualmente se encuentra en una condición de eutrófica, contiene un alto grado de productividad (fitoplancton y otros nutrientes) a causa de la contaminación siniestra de las aguas servidas.
Si se persiste con la testarudez de no hacer algo por descontaminar su bahía (no solo desprenderlo de la lemna o lenteja de agua) de aquí a unos años pasará a ser oligotrófica, baja cantidad de productividad donde se percibirá la notoria desaparición de los peces y aves oriundas que por décadas han adornado su prestancia natural.
Mi intención en lo absoluto es de fomentar alarma, sino de alertar para que las autoridades competentes se centren en este problema y comiencen a trabajar para evitar o reducir la contaminación ambiental o de lo contrario será muy tarde para reaccionar cuando todo llegue a su límite natural.

Cuesta menos prevenir que reconstruir

Para los pobladores de los sectores de Santa Rosa, Pacaysuizo, Ccuchini, Winchusmayo, Isilluma y Muspaypampa del distrito de Alto Inambari, provincia de Sandia, que fueron afectados el pasado 22 de julio por un huayco producto de las intensas lluvias -de cerca de ocho horas- el mismo que dejó como penoso saldo dos personas fallecidas, más de 10 viviendas destruidas y cerca de 40 afectadas, así como varios metros de carretera intransitable y decenas de campos de cultivo arrasados, posiblemente para ellos sea una de las tantas emergencias o desastres a los que tienen que hacerle frente en diferentes épocas del año, debido que a diario son acechados por los peligros propios de la zona, sin que sus autoridades y ellos mismos, hagan algo por priorizar con anticipación las acciones de prevención que podrán mitigar o evitar similares daños que cada vez los funden más en la pobreza y el atraso.
Al parecer a los alcaldes provinciales, distritales y al mismo presidente de la región Puno, les cuesta mucho entender que más vale prevenir que reconstruir, y que es elemental realizar obras de mitigación en las zonas más vulnerables ante determinado tipo de peligros, ya sean de origen natural o humano, y de una vez por todas comprender que es necesario que se considere dentro del presupuesto participativo de cada una de sus jurisdicciones un monto de dinero que vaya orientado a las trabajos de gestión de riesgos ante desastres.
Aunque parezca desconcertante, un 80 por ciento de las municipalidades provinciales ( y también las distritales) hasta el momento no tienen un ambiente adecuado para el funcionamiento de sus oficinas de Defensa Civil, carecen del equipamiento básico del Centro de Operaciones de Emergencia (COE), no cuentan con un Plan de Preparativos ante Emergencias, las comisiones de sus comités de Defensa Civil, se reúnen esporádicamente o cada vez que se registran daños y sólo atinan a pedir ayuda humanitaria para los damnificados.
Casi en la totalidad de los municipios, los miembros integrantes del comité desconocen las normas vigentes del Sistema Nacional de Defensa Civil y las disposiciones que les exigen ejecutar una serie de tareas de prevención y preparación en el ámbito que les corresponde como autoridades ediles.
Es más, sus comités no han elaborado sus mapas de identificación de peligros, vulnerabilidades y riesgos, y lo más sorprende aún, es que muchos no saben utilizar las herramientas básicas de manejo de emergencias (fichas de EDAN, SUMA, SAT, ESFERA, SINPAD, entre otras) que los hacen mucho más débiles para prevenir o enfrentar adecuadamente las emergencias o desastres.
Como nuestra del daño que ocasionan los desastres en el país, podemos mencionar que sólo en nuestra región en los últimos 35 años, a causa de 12 sequías y 10 inundaciones, se ha generado una pérdida económica de 325 millones de dólares.
Por citar otro ejemplo del desmedro económico por el que atravesó el Estado, fue lo ocurrido en 1998, a causa del fenómeno El Niño que provocó pérdidas y daños estimados en 3,800 millones de dólares que equivale al 4.5% del PBI nacional.
Estoy seguro que tales montos podrían multiplicarse, sino se comienza a impulsar o aplicar una verdadera Defensa Civil adherida a la gestión de riesgos ante desastres. A esto se debe sumar la población en general, quienes tienen que ser concientes de sus debilidades ante los peligros existentes en sus ciudades, poblados, comunidades, sectores, anexos, caseríos, y así evitar exponerse a ellos o ver la manera de convivir armoniosamente o adaptarse a los fenómenos naturales sin que lleguen a ser víctimas de sus presencias cíclicas o repentinas.
No quiero dejar de mencionar la cantidad de emergencias por las que ha atravesado la región Puno desde hace sólo siete años a causa de los fenómenos naturales, y en reducido número por la acción el hombre. Del 2000 al primer trimestre del presente año, se presentaron 1,530 emergencias que dejaron 132 mil 862 personas damnificadas y más de 100 muertos, 6,482 viviendas destruidas y 21,371 afectadas, así como más de 60 mil hectáreas de cultivos perdidos y cerca de 10 mil afectadas, según las estadísticas que maneja el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci).
Solo en la decisión de las autoridades municipales, el presidente regional y el Indeci, que éste último maneja un presupuesto anual de más de 40 millones de soles, se podrá mitigar los daños a causa de las emergencias o desastres, e impulsar oportunamente las acciones de prevención y preparación para así tener una población segura y digna de decir a viva voz que… ¡cuesta menos prevenir que reconstruir!

Héctor Chambi Holguín

¿Militarizar Defensa Civil?

Después de algunos días del luctuoso terremoto del 15 de agosto en el departamento de Ica, y tras el aparente letargo en la atención del desastre por parte del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), varios congresistas de la República y el mismo ministro de la Producción, Rafael Rey Rey, pidieron -que luego de restablecida la calma y la atención de todos los damnificados- la “inmediata” reestructuración de éste organismo central, rector y conductor del Sistema Nacional de Defensa Civil (Sinadeci).
Entre los pedidos, se encuentra en que el Indeci vuelva a ser dirigido por el Ejército Peruano, como sucedió en el primer mandato del presidente Alan García Pérez, donde las fuerzas castrenses eran los responsables de manejar y controlar todo el soporte logístico para atender las emergencias y desastres en los diferentes puntos del país. Pero tal decisión, tuvo sus aciertos y debilidades.
Entre sus aciertos, fue que la logística (potencial humano y los recursos materiales) del Ejército estuvo disponible tanto para el traslado de la ayuda como para rehabilitar en el menor tiempo las zonas afectadas por la catástrofe o la emergencia.
Los soldados actuaban como lo que hoy se conoce con el nombre de brigadistas o voluntarios, pero con la diferencia que no estaban adecuadamente preparados para atender un desastre (evaluación prelimar de daños, primeros auxilios, remoción de escombros, búsqueda y rescate), sólo eran usados para repartir la ayuda humanitaria y controlar el orden en el lugar afectado por el embate de la naturaleza.
Su debilidad, fue ligada a que los comités de Defensa Civil de todos lo niveles no estuvieron correctamente organizados, muchos desconocían sus funciones y tenían la idea de que los “hombres de anaranjado”, eran los que hacían Defensa Civil y no ellos, conforme lo establece la Ley 19338 del Sinadeci.
Otra fue, la poca preparación del personal de las distintas direcciones descentralizadas del Indeci, quienes se encontraban limitados a desarrollar una serie de actividades que hoy en día se vienen haciendo (en un bajo porcentaje), como el asesoramiento a los comités de Defensa Civil en los temas de Inspecciones Técnicas de Seguridad, elaboración de planes de prevención y atención de desastres, de operaciones de emergencia y de contingencia.
Y que decir de las capacitaciones en las instituciones educativas, donde la intervención era y es casi nula, lo que se refleja en la escasa cultura de prevención de la población peruana (sólo veamos los daños y muertes producto de los últimos desastres).
Conocer la información de cuánto se había entregado a los damnificados y con qué soporte logístico se contaba en los almacenes descentralizados, era difícil de saber, ya que los datos los guardaban algo así como un “secreto militar” que sólo ellos conocían, y claro, los altos mandos castrenses.
Sin embargo no estoy en contra de quiénes dirijan o controlen el Sinadeci. Si son los militares o el personal civil profesional, éste último estuvo siendo impulsando el ex jefe del Indeci, Contralmirante (r) Juan Luis Podestá Llosa. Aquí lo que importante es que se respete las leyes vinculadas al tema, donde en alguna de las tantas funciones de los comités de Defensa Civil precisan que: “Deberán supervisar el planeamiento, conducción y control de las actividades de Defensa Civil de acuerdo a normas y directivas emitidas por el Indeci en la prevención, preparación, respuesta y rehabilitación. Asimismo que las obras de reconstrucción se lleven a cabo con los debidos componentes de seguridad (…) promover, coordinar y supervisar el planeamiento y ejecución de las actividades de obras de prevención (…) proponer al gobierno regional la aprobación del Plan Regional de Prevención y Atención de Desastres en el marco del Plan Nacional de Prevención y Atención de Desastres”.
Como señala Andrés Oppenheimer en su libro Cuentos Chinos: “los países desarrollados tienen normas flexibles de cumplimiento rígido. Ustedes (los de América latina) tienen normas rígidas de cumplimiento flexible”.
El Sistema Nacional de Defensa Civil el 28 de marzo pasado, cumplió 35 años de creación institucional, sus normas están dadas, lo único que falta es que alguien (Indeci) las haga cumplir o de lo contrario seguiremos siendo víctimas dóciles a los desastres.

Héctor Chambi Holguín

Sin planes no hay Prevención de Desastres

Preocupante hasta la saturación. Pareciera que a ninguna autoridad de la región (también me refiero a las provinciales y distritales), no les interesa en lo absoluto la Defensa Civil, proteger y preparar a su población frente a las emergencias o catástrofes que se vienen suscitando y que otros amenazan con presentarse en cualquier momento. Solo veamos como miles de familias de diferentes zonas de nuestro vasto altiplano cada año son víctimas fáciles de las heladas, inundaciones, huaycos, derrumbes, deslizamientos, vientos fuertes, sequías, descargas eléctricas y hasta movimientos sísmicos, (sin citar los provocados por el hombre), que no tienen otra opción que ser damnificados o afectados y estar mendigando una endeble ayuda humanitaria, el cual el Estado está obligado a dárselos.
Pero nuestro mismo Estado peruano desde hace 35 años, por intermedio del Sistema Nacional de Defensa Civil (Ley 19338), ha dispuesto que en todos los gobiernos regionales, las municipalidades provinciales y distritales, las instituciones públicas y privadas se organicen a través de comités y oficinas de Defensa Civil, realizando acciones de prevención y del mismo modo preparar a la población para que reaccionen adecuada y oportunamente frente a una emergencia o desastres, de esta manera evitar desgracias como la ocurrida el 31 de mayo de 1970 en el departamento de Ancash, donde murieron más de 60 mil personas a causa de un terremoto y alud, que los sorprendió sin la debida preparación de respuesta.
Se conoce que desde el 2005, el gobierno regional de Puno, con ayuda de varios sectores pudo elaborar el Plan Regional de Prevención y Atención de Desastres (PRPAD) orientado hasta el 2010, por una aparente desidia del presidente anterior, Jiménez Sardón, el pleno del consejo no logró aprobar este plan, argumentando que no pudieron llegar a un consenso para ver la aplicación de este presupuesto.
Hace una semana logré conversar con el escurridizo y polémico presidente regional, Hernán Fuentes Guzmán quien a su solo estilo, al preguntarle por qué no aprobaban el plan, respondió con desparpajo, que tenía un tenue conocimiento del documento (que por su inercia viene siendo actualizado) y que de él no dependía su aprobación o rechazo, sino del pleno del consejo regional.
Pero don Hernán, no sabe que usted es la máxima autoridad de Defensa Civil en toda la región, y que el cargo no solo es para figuretiar ante la prensa y ponerse su chalequito azul cada vez que haya un simulacro o una emergencia y comience a botar escupitajos de incoherencia en el tema. Escúchese bien, un plan es para orientar una serie de actividades de prevención y preparación, porque de no aplicarlo en temas de Defensa Civil simplemente iremos sin un norte fijo y se continuará improvisando “acciones” como se está haciendo en la actualidad.
Para tomar como referencia de su letargo para algunas cosas y la agilidad para otras (decir verborreas), nuestros vecinos de Arequipa, Tacna y Moquegua, hace rato que cuentan con sus planes aprobados y con su presupuesto asignado que viene sirviendo para las actividades de capacitación en gestión de riesgos a los comités de Defensa Civil, algo que usted no esta haciendo, por darle mayor importancia a su Alba y de ver la manera de colarse en cuanta manifestación haya.
Le recuerdo (también al subgerente de Defensa Civil del gobierno regional, Hernán Laura Marca) que el Instituto Geológico Minero y Metalúrgico (Ingemmet), en setiembre del año pasado presentó un compendio (información estadística, mapas, imágenes satelitales, entre otros) sobre el estudio geológico, geodinámico y ambiental, que nos sitúa a nivel nacional como la cuarta región con peligros latentes en 28 sectores críticos.
El mismo presidente del consejo directivo del Ingemmet, Víctor Lay Biancardi, exhortó, indicando: “...este libro debe servir como guía para que las autoridades realicen obras de prevención...”, pero hasta ahora nada, y es más, en el documento también figura la preocupante contaminación de la cuenca del río Ramis, tema que ha hecho paralizar a la región entera por varios días.
El mencionado estudio advierte que las provincias con alto grado de vulnerabilidad son: Melgar, Azángaro, Carabaya, Lampa, Sandia y Huancané que deben tener una pronta respuesta de sus autoridades, pero valgan verdades a sus alcaldes no les interesa estos temas, lo repito porque hace dos meses el Centro de Estudios y Prevención de Desastres (Predes), realizó dos talleres para actualizar el PRPAD, y la ausencia de los alcaldes fue al 95 por ciento.
Del mismo modo, en mayo y junio la oficina de Defensa Civil del gobierno regional, con el afán de hacer algo por actualizar el mencionado plan, realizó dos charlas descentralizadas (Azángaro y Lampa) que tenía como objetivo concentrar a las autoridades de las provincias del norte de la región, pero la sorpresa fue la misma, no hubo presencia de los alcaldes.
Otra capacitación fallida fue la que realizó el pasado mes la municipalidad de Puno, donde se notó un 90 por ciento de ausencia de las autoridades de los 15 distritos que engloba la provincia.
No cabe la menor duda que no estamos acostumbrados a trabajar en base a planes, no olvidemos que las faraónicas obras de “envergadura” que pueden levantar la gestión de un gobierno o enarbolar la popularidad de una autoridad, se puede venir a bajo en cuestión de minutos sino se hizo una verdadera gestión de riesgos, y claro una auténtica Defensa Civil.

Héctor Chambi Holguín

Cuando sea demasiado tarde… ya no habrá mucho que hacer

“Gallinazo no canta en las alturas”, esa podría ya no ser una metáfora que se solía emplear para indicar que no todos tenemos ciertas destrezas para hacer algunas actividades en un determinado momento y lugar, ya que ahora sí podemos decir que “Gallinazo (el ave carroñera) sí canta en las alturas”, debido que desde hace tres años en los distritos de Taraco y Huata, se tiene la singular visita de 13 de estos zopilotes que desconcierta su presencia, ya que son animales que tienen como hábitat natural las zonas de costa y selva. La aparente pérdida de la noción del lugar y la intuición fallida por dirigirse a zonas cálidos -lo que no sucede en el altiplano puneño-, es una muestra palpable del trepidante cambio climático que viene atravesando nuestro país y el mundo entero.
Pero, el tema de las plúmbeas aves de carroña, son sólo una muestra del amasijo de problemas referidos a los efectos del calentamiento global y porque no decir del mismo oscurecimiento global, que en la actualidad desencadenan un abanico de engorrosas y preocupantes situaciones en la salud de la población, la pérdida de los sembríos, tanto por los cambios bruscos de las temperaturas, como por la ausencia de agua, éste último es de necesidad en varias provincias de nuestra región Puno. A esto se adhiere la acelerada muerte de animales de pastoreo, a causa de la escasez de manantiales y bofedales.
Carabaya, ubicada al norte de la región Puno y asentada a 4,300 metros sobre el nivel mar, es una de las tantas muestras de cómo el frío extremo va en aumento, apoderándose de las frágiles vidas de los niños que padecen neumonía crónica. La afectación de los vastos terrenos de pastizales, es un problema aparte, debido que son dañados por las crudas temperaturas.
El frío que se asemeja a un congelador (20 grados bajo cero), no es todo lo que preocupa a los pobladores de las zonas altoandinas, que por décadas son criadores de alpacas y llamas, sino el calor incesante de las mañanas, que ya no te calienta la piel sino te la quema.
El clamor no termina ahí, porque las ráfagas de vientos acompañados de polvareda que oscilan entre tenues y espesos, han ocasionado que centenares de camélidos sufran de ceguera o estén a punto de perder el ojo afectado.
La comunidad de Queracucho, distante de Macusani (capital de la referida provincia) a 17 kilómetros y a una altura de 4,900 metros sobre el nivel del mar, es uno de los tantos lugares que vive en carne propia el angustioso cambio climático, al estarse secando sus contados ojos de agua, sus manantiales y los esmirriados bofedales, que son el único sustento hídrico para ellos y sus animales, ya que el agua de los ríos no son confiables, por estar contaminados por los relaves que vierten las mineras informales y las legales (como las llaman los citadinos).
Carabaya es sólo un ejemplo de cómo se vive al margen de la desesperación de ver que la naturaleza cambia vertiginosamente sin que el comunero pueda hacer algo al respecto.
De acuerdo a los datos estadísticos que maneja el meteorólogo, Eleodoro Aquize Jaén, quien fuera por 25 años director del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) de la región Puno, se está viviendo un déficit de lluvias. Entre la temporada pluvial de este año como el del 2006 (por citar un ejemplo), se produjo una disminución de lluvias de un 20 por ciento, anormalidad que ha provocado pérdidas en el sector agrícola.
Conforme a las apreciaciones del especialista, y las cuales comparto, el Senamhi en los últimos años ha venido soterrando la verdadera información, como si fuera un “secreto militar”, pero lo correcto, es que lo difunda abiertamente (y no sólo cuando uno lo solicita) para que los distintos sectores gubernamentales y privados tomen como referencia las estadísticas que les ayuden a realizar trabajos de prevención en las zonas de alto riesgo natural y a la vez preparar a la población más vulnerable frente a los desastres o emergencias que en el último quinquenio ha venido en aumento.
Sólo para citar los daños ocasionados por los fenómenos naturales, y en un reducido número por la acción del hombre, del 2000 al primer trimestre del presente año, se han presentado 26 mil 572 familias damnificadas más de 10 mil afectadas y un promedio de 100 muertos, en un total de 530 emergencias, conforme lo registra en sus archivos el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci).
Una muestra del decaimiento de las lluvias, es la disminución lenta pero escabrosa de la cota normal del lago Titicaca, que ha ido cerrando su brecha de sus niveles en los últimos 70 años. El mismo meteorólogo, indicó que en el año 1940 el nivel del agua descendió en seis metros respecto a su nivel promedio, alcanzando los 3,803 metros, mientras que en 1986 su cota se incrementó en tres metros, llegando a los 3,813 metros. Tanto la disminución como el aumento de las aguas ocasionaron una serie de daños que fueron desde sequías bíblicas hasta destrozos de ingentes infraestructuras sociales por las inundaciones.
Desde hace miles de años el lago Titicaca ha mostrado una serie de cambios en su espejo de agua, según Claude Dejoux y André Ildis precisan en su libro: “El lago Titicaca Sistema de Conocimiento Limnológico Actual”, que en la era cuaternaria (hace 1,64 millones de años), se registraron cambios climáticos que fueron desde un medio relativamente caliente, a bruscos enfriamientos que dio inicio a la glaciación. Pero con el transcurrir de los años estos glaciales comenzaron a derretirse, provocando que las zonas con hundimientos a causa de la serie de deformaciones geológicas se llenaran de agua, formándose el lago Titicaca que en esa época ocupó una extensión de 52,000 Km2, llegando a cubrir gran parte de terrenos de Perú, Bolivia y Argentina.
Sin embargo, otra alteración en el clima ocasionó sequías prolongadas que trajeron como consecuencia que el lago Titicaca se redujera a una extensión de 8,560 Km2, de los cuales un promedio de 5,600 le corresponde actualmente al Perú. Como muestra de la existencia de estos niveles, tanto en el lado peruano como boliviano se ven los afloramientos marcados por depósitos gruesos al pie de las márgenes de las cuencas y por depósitos finos al centro de las mismas.
Por decirlo así, hemos comenzado a vivir una época de secas, que esperemos no se prolonguen como hace miles de años atrás, digo esto porque desde el 2004 las zonas altoandinas de la región se vive la escasez de agua, sólo recordemos como los pobladores de las partes altas de la provincia de El Collao (Capazo, Conduriri y Mazocruz) empezaron a reclamar a grito pelado que sus pocos afluentes no sean llevados a Moquegua, por ser testigos de cómo cada año los otrora ríos caudalosos, disminuían con asombro.
En Macusani la situación es similar, en los meandros que han dejado los ríos, sólo se aprecia un ligero hilo de agua que amenaza con desaparecer si las lluvias no se presentan en su temporada natural (desde setiembre hasta marzo).
Lo que pude notar y según algunas versiones de los moradores tanto de Macusani como del distrito de Ananea (provincia de San Antonio de Putina), los nevados de Allinccapac y La Rinconada, que pertenecen a la cordillera Oriental, también sufren una disminución en su capa de nieve, que antes se creía que era “perpetua” y que ahora decaen con aceleración, todo a causa del calentamiento global.
En un documental de la BBC de Londres (publicado hace varios años), la responsable del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty en Alemania, doctora Beate Liepert, precisaba sobre los descensos de las temperaturas en diferentes partes del mundo. En una de sus intervenciones advertía que desde 1950 a 1990, la temperatura ha descendido en un nueve por ciento, provocado éste por el dióxido de carbono y otros elementos químicos perniciosos que se alojan en la atmósfera, produciendo una capa grisácea que evita que los rayos solares ingresen a ciertas superficies de la tierra.
Del mismo modo, el científico y profesor de la Universidad de California en Estados Unidos, Veerabhadran Ramanatha, explica que el cambio climático conocido como el oscurecimiento global, que es otro peligro para la humanidad como el calentamiento global, es causado por la polución por el hollín, los combustibles y otros contaminantes, que expulsan partículas que flotan en la atmósfera y que luego se impregnan en las nubes creando un gran espejo que es difícil de atravesar por los rayos solares.
El calentamiento global es otro tema que preocupa al mundo entero, se estima que para el año 2025 la temperatura aumente en 2 ºC, en el 2040 a 4 ºC y en el 2100 supere los 10 ºC, el mismo que desencadenaría una catástrofe, debido al calor infernal que se sentiría, las selvas tropicales arderían en dantescos incendios y estos humos subirían a la atmósfera, ocasionando el sobrecalentamiento de la Tierra, trayendo como consecuencia inmediata la desestabilización de un promedio de 10 millones de toneladas de gas metano que se encuentra en el fondo del mar y el que es considerado 8 veces más contaminante que el dióxido de carbono, de suceder todo esto, simplemente no viviríamos para contarlo, no creen.
La quema de totorales, que se ha convirtiendo en una “costumbre” en temporada de secas (julio a agosto), es otro de los nutrientes que robustece el calentamiento global. Según la Reserva Nacional del Titicaca, su devastación con el fuego produce mayor cantidad de Nitrógeno y Fósforo que la quema de pastizales, creando inmensas colas de humo que llegan a parar en la atmósfera.
Respecto a la quema de pastizales que cada año devora cientos y hasta miles de hectáreas, con mayor incidencia en las zonas de producción ganadera (Melgar y Azángaro). En estos terrenos podría nunca más retoñar un minúsculo grano de avena o un silvestre ichu, porque la contaminación producida por los incendios, están ocasionando el desvanecimiento de las nubes y el alejamiento de las lluvias que en un tiempo no muy lejano dejarán los campos en desiertos.
La cruda realidad del aumento de la contaminación de nuestro entorno natural, se evidencia en el estado actual del lago Titicaca, que a decir de los entendidos en el tema, sino comenzamos a descontaminar su bahía en los próximos 10 años, simplemente dejaría de ser considerado como una de las reservas hídricas del planeta, ya que en la actualidad su condición es eutrófica, es decir que contiene un alto grado de productividad (fitoplancton y otros nutrientes) ocasionado por la contaminación perversa de las aguas servidas.
De no frenarse esta salvaje situación, de aquí a unos años pasará a ser oligotrófica, es decir con una baja cantidad de productividad y en 10 ó 30 años, nuestro lago, aquel que da cobijo a cientos de aves y peces, como a decenas de islas flotantes de los Uros y otras que se encuentran enclavadas en peñascos y porciones de tierra (Taquile y Amantani), desaparecerán, porque serán aguas virulentas con la denominación de distróficas al convertirse en una cloaca, donde su amplio espejo de líquido no será recuperable por la falta de nutrientes naturales. Similar desgracia atravesarían las lagunas de Arapa, Umayo y Lagunillas entre otras, filtrándose la contaminación generada por los mismos habitantes del lugar.
La primera alternativa para controlar o disminuir la contaminación del medio ambiente en la región Puno, el Perú y el mundo entero, será la producción y utilización de combustibles bajos en azufre, la implementación de catalizadores en los vehículos, evitar las quemas de totorales, pastizales, árboles y otros productos nocivos para la atmósfera y empezar a concientizar a la población en el uso y manejo de residuos sólidos que cada vez atizan el deterioro y alteración de nuestro hábitat.
Asimismo, se tendrá que incentivar al empleo de las nuevas tecnologías para la generación de energía como la eólica, la solar y la basada en el etanol, los que reducirán ostensiblemente la contaminación y por ende el calentamiento global.
Por el lado del Senamhi, aparte de impulsar el monitoreo constante de los climas, tendrán que invertir en las investigaciones científicas que nos alerten ante un peligro climático y así tener claro qué hacer para mitigar los daños por los fenómenos naturales. Otra función se abocaría a vigilar los grados de deglaciación para advertir de posibles sequías y comenzar a represar agua.
Entre tanto el Estado a través de la actual comisión especial del Congreso: “Cambio Climático y Biodiversidad” tendrá que evaluar, proponer los lineamientos y las políticas destinadas a proteger ambos elementos. Además recomendar las medidas para menguar y revertir los efectos del cambio climático en nuestro país.
Del mismo modo, incentivar estudios e investigaciones que permitan conocer los costos y beneficios de preservar áreas naturales o emplearlas para las actividades humanas, de esta manera hacer el uso debido de los recursos naturales del país que contribuya a mejorar las condiciones de vida y de ingreso económico de la población.
Estamos advertidos que sino frenamos la contaminación de nuestro ambiente y con mayor énfasis del lago Titicaca, en un promedio de 30 años, este milenario tutelar de Puno, quedará reducido a un famélico reducto de ponzoñosas aguas verdes, que ya no más albergarán a los ágiles Zambullidores, las Chocas, los Tiquichos, los inquietos patos negros, los gallinazos, la variedad de peces oriundos y la amplia extensión de totora, porque tristemente serán reemplazados por una peste de gusarapos, que también estarán condenados a desaparecer y quizás luego a reaparecer cuando el mundo se haya calmado, pero ya sin la presencia del ser humano.
Héctor Chambi Holguín